La “filariosis canina” o más popularmente conocida como “enfermedad del gusano del corazón”, es una grave patología producida por un parásito (Dirofilaria immitis), que se diagnostica cada vez con mayor frecuencia, que hay que conocer, y frente a la que es preciso evaluar el riesgo de nuestro perro; y lo que es más importante, cómo prevenirla. Como veremos después, al tener un ámbito geográfico muy variado, es importante tenerla en cuenta tanto en aquellos perros que residen en entornos con presencia de la enfermedad, como en aquellos otros que, con motivo de las vacaciones, pueden viajar a estas zonas de mayor riesgo, algo cada vez más frecuente.
DISTRIBUCIÓN DE LA ENFERMEDAD
La filariosis es una enfermedad cardiopulmonar producida como decíamos por el parásito “Dirofilaria immitis”. Se trata de un “nematodo” o lombriz, que alcanza de adulto un tamaño de unos 20 cm y se aloja en el corazón de los perros, generalmente en las arterias pulmonares. Su contagio se produce por la picadura de un mosquito que, tras haber absorbido los parásitos de un perro enfermo, transporta en su interior las larvas o “microfilarias”, de tamaño microscópico; y que al ser inoculadas a otro perro sano, migran por el organismo sufriendo una transformación hasta convertirse en gusanos adultos y alojarse en el corazón. Es importante insistir en que el ciclo de este parásito en pasa por una serie de estados larvarios (L1, L2,L3.....); durante un cierto periodo de tiempo, que le permitirán transformarse desde una “microfilaria” o L1, de tamaño microscópico, hasta los gusanos adultos de varios centímetros. Esto tendrá una gran importancia cuando hablemos de la prevención de la enfermedad.
En nuestro país existe una gran variación geográfica en cuanto a su incidencia y así es bastante frecuente en Canarias, Baleares, algunas zonas de Andalucía (Cádiz o Huelva), Extremadura, el Valle del Ebro, Levante y en general la costa Mediterránea; siendo más bien poco frecuente en el centro y en la mitad norte peninsular, salvo focos puntuales. Los perros más afectados son los de ambiente rural, los que viven permanentemente en el exterior, de caza o pastoreo, etc.; debido a su mayor exposición a los mosquitos. Existen muchas especies de mosquitos capaces de contagiar las microfilarias, pero en general todas precisan de temperatura y humedad elevadas lo que favorece el contagio en las épocas cálidas y en determinadas latitudes geográficas.
PATOLOGÍA, SINTOMATOLOGÍA Y DIAGNÓSTICO
La patología producida por este parásito se debe fundamentalmente al asentamiento de los gusanos adultos, de hasta 20 cm de tamaño y en número elevado, en las arterias pulmonares y en ocasiones en la aurículas y/o ventrículos derechos. La presencia del parásito origina una fuerte reacción inflamatoria local, tanto en arterias pulmonares como en el propio corazón lo que produce un mal funcionamiento del mismo. La formación de trombos y émbolos parasitarios tiene también gran importancia ya que conducen a “hipertensión pulmonar” que se manifiesta por tos, disnea, intolerancia al ejercicio, etc. En función del número de parásitos adultos que lleguen a alojarse en el corazón aparecerán “insuficiencias cardiacas congestivas” o alteraciones relacionadas con la “vena cava”, que lleva la sangre a la aurícula derecha. También pueden aparecer “neumonías alérgicas” como reacción al parásito. Los cuerpos muertos de los gusanos forman émbolos que al ser arrastrados por el torrente circulatorio producen obstrucciones al riego sanguíneo; este será un aspecto muy importante en el tratamiento de la enfermedad.
Todo este panorama nos indica que nos encontramos ante una enfermedad que, una vez instaurada, resulta muy grave. Los principales síntomas que suelen detectarse son por ello la tos, disnea, menor tolerancia al ejercicio, hemorragias nasales, anemias, etc. Los hallazgos en las radiografías, una vez desarrollada la enfermedad, son muy importantes y podemos encontrar cambios tanto a nivel cardiaco como pulmonar. La ecografía cardiaca y la resonancia son pruebas que pueden aportar valiosa información sobre el curso de la enfermedad. Además del diagnóstico clínico, pues los signos anteriores nos lo pueden hacer sospechar, especialmente si nos encontramos en una zona donde se presenta la enfermedad; un análisis sanguíneo es la principal prueba a realizar.
TRATAMIENTO Y PREVENCIÓN
Una vez instaurada la enfermedad, el tratamiento es complicado y precisa de un medicamento que elimine por un lado los gusanos adultos, y por otro un fármaco que destruya las formas larvarias o microfilarias. Además, es necesario tratar de forma sintomatológica todas las complicaciones cardiacas, pulmonares y sanguíneas que el parásito ha producido; para ello se utilizan antiagregantes plaquetarios, medicación contra los trombos, diuréticos, vasodilatadores, corticoides, etc. Al destruir los gusanos adultos se producen trombos que pueden resultar muy graves, debiendo por ello realizarse de una forma muy controlada que minimice los riesgos. En algunas ocasiones la única solución es la extracción quirúrgica de los gusanos situados en las arterias, técnica esta compleja y de alto riesgo.
De lo explicado anteriormente es fácil deducir que el pronóstico de esta enfermedad es más bien oscuro, cuando ya ha provocado un cuadro clínico de gravedad. Sin embargo y por fortuna, la prevención es bastante más sencilla y de buenos resultados, pudiendo utilizar productos externos que maten los mosquitos, combinados con algúalgún medicamento que elimine las microfilarias sin dar tiempo a que se transformen en adultos. Existe otra alternativa que consiste en una única inyección anual de un medicamento específico (moxidectina) y que resulta muy interesante en los perros que viven permanentemente en zonas de riesgo, o que viajan a ellas con frecuencia. Un aspecto importante en el tratamiento de prevención que tenemos que entender, es que los medicamentos orales son capaces de destruir con garantías las larvas que hayan podido ser trasmitidas durante el mes anterior a administrar el medicamento, periodo en el que todavía estas microfilarias no han tenido tiempo de “mudar” a otra fase y hacerse resistentes. Aquellos animales que viven en zonas de riesgo, deben recibir el medicamento todos los meses; mientras en el caso de ejemplares que se desplacen a estas zonas, la administración del medicamento se inicia al mes de haber estado expuesto al riesgo de contagio. Es por ello que no tiene mucho sentido administrar el medicamento antes de ir de vacaciones, sino que debe ser tomado al regresar, si la estancia ha sido menor de un mes, o intercalar otra toma si las vacaciones se prolongan más de un mes, siempre administrando la última toma al regresar, para de esta forma asegurarnos de eliminar todas las microfilarias que hubieran podido haberse contagiado. En cualquier caso, nuestro veterinario nos aconsejará sobre la conveniencia de administrar o no algunos de estos productos, en función del lugar de residencia, de la época del año o de la posibilidad de viajar a zonas donde abunde la enfermedad.
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