Es un hecho cierto que en nuestros hogares cada vez vemos a perros de mayor edad. La evolución que ha manifestado el cuidado en los perros tanto por parte de los propietarios como de los veterinarios y en particular de su alimentación, han propiciado un aumento claro en la longevidad de los mismos. Resulta evidente que los lazos afectivos son cada vez más intensos, dejando de ser un tópico la frase "uno más de la familia" para pasar a describir la relación actual con nuestros animales; y dado que las personas vivimos cada vez más tiempo, se espera que nuestros perros lo hagan de igual forma, manteniendo una buena calidad de vida.
Pero ante la pregunta sobre ¿cuándo un perro es viejo? sucede igual que con las personas y no es fácil precisar una edad determinada. En los perros depende mucho del tamaño o de las características raciales. En general envejecen mucho antes las razas grandes que las pequeñas y de una forma práctica se incluyen en los programas de prevención geriátricos a los animales mayores de 7-8 años, pudiendo retrasarse en los pequeños a los 8-10 años. Con todas las reservas necesarias podemos afirmar que la longevidad de un perro de raza grande sería 11-13 años, aumentando en las razas pequeñas hasta unos 13-16 años.
Cuando nuestro perro envejece, van cambiando muchos de sus hábitos, como tender a dormir más o ralentizar gradualmente su ritmo de vida. No obstante, pueden aparecer alteraciones de comportamiento anormales, ligadas a un trastorno llamado “Síndrome de Disfunción Cognitiva (SDC)”, que se trata de una enfermedad similar en ciertos aspectos al Alzheimer o Demencia senil de las personas. En los perros con SDC, el cerebro sufre una serie de cambios que se traducen en una disminución de las facultades mentales asociadas con la orientación, reconocimiento, memoria y a la conducta aprendida. Es una enfermedad progresiva con un aumento gradual de signos de comportamiento senil, por ello la edad es un factor determinante, y así el 5% de los perros de entre 8 y 12 años de edad estará afectado, ascendiendo a un 25% entre 12 y 14 años, y afectando al menos a un 50% de los de edades superiores. El SDC es sin lugar una enfermedad infradiagnosticada, por lo que es importante realizar una búsqueda activa para detectarla precozmente y poder ayudar a los afectados. La sintomatología de esta enfermedad es compleja y difícil de diagnosticar debido a que sus síntomas pueden variar de un animal a otro, e incluso confundirse con otros trastornos, pero tiene una serie rasgos comunes:
- La desorientación es uno de los principales síntomas del síndrome de disfunción cognitiva. El perro puede deambular sin rumbo por la casa, o se queda atascado en las esquinas o detrás de los muebles, tiene dificultad para encontrar la puerta (se sitúa en el lado de las bisagras o va a la puerta equivocada), en ocasiones no reconoce a personas familiares, y no responde a las señales verbales o su nombre.
- También sufren con frecuencia trastornos del sueño, durmiendo más en general, pero menos durante la noche, en la que se despierta y deambula. En ocasiones aparecen trastornos sociales, se muestran menos afectivos con los propietarios, rechazando el contacto físico e incluso pueden llegar a mostrarse agresivos. No es raro que otras veces se produzca una marcada dependencia de los propietarios, incluso con cuadros de ansiedad y miedos nuevos que antes no tenía. Los perros con disfunción cognitiva también pueden exhibir comportamientos compulsivos como caminar en círculos, lamerse o morderse las patas, o temblores.
- Finalmente muestran una menor actividad y alteración del aprendizaje, olvidando órdenes que conocían anteriormente, y pérdida hábitos de higiene, pudiendo orinar o defecar en la casa sin una causa aparente, a veces incluso a la vista de sus dueños.
El uso de determinados cuestionarios que permitan recabar información del propietario son determinantes para su diagnóstico; y deberían incluirse en las revisiones de todos los perros a partir de una edad determinada. Algunos de estos síntomas pueden ser debidos a los cambios físicos relacionados con la edad (pérdida de vista u oído) y no a la disfunción cognitiva, de ahí la dificultad de su diagnóstico, o también deberse a otra condición médica, como el cáncer, una infección, una insuficiencia orgánica (cardiaca, renal o hepática), osteoartrosis o trastornos neurológicos (ictus). Por lo tanto, los problemas médicos deben ser examinados para ser descartados antes de poder confirmar los síntomas seniles que se atribuyen al SDC.
La investigación sobre el envejecimiento del cerebro canino revela una serie de procesos patogénicos que podrían explicar muchos de los síntomas del síndrome de disfunción cognitiva. Una proteína llamada B-amiloide (cuyo aumento se relaciona con la aparición del Alzheimer) se deposita en la sustancia blanca y gris del cerebro, lo que provoca muerte celular progresiva, con pérdida de neuronas; agravada por una peor irrigación sanguínea del cerebro. Todo ello conduce a alteraciones en los neurotransmisores, como la serotonina, la noradrenalina y la dopamina, y cambios en la conducta.
Aunque el SDC no tiene cura, al igual que sucede en las personas, la detección precoz permite frenarlo y mejorar su evolución futura, con tratamientos muy eficaces que combinan el enriquecimiento ambiental y fomento de la actividad psíquica, unidos a mayor actividad física, y con el complemento de determinados medicamentos. El objetivo es mejorar los signos clínicos, enlentecer la evolución y retrasar la aparición de la demencia.
El ejercicio diario es imprescindible para mantener una buena condición corporal, siendo preferible un mayor número de paseos de menor duración, manteniendo rutinas que dan tranquilidad al perro, pero incluyendo algunas variaciones puntuales que le estimulen. Debe trabajarse la obediencia con premios y dedicar tiempo al juego con nuestro perro, para activar su actividad mental, pudiendo también recurrirse a multitud de juegos interactivos que existen en el mercado, o juegos de olores, o incluso diseñándolos nosotros mismos. Para facilitar el sueño es conveniente incrementar la luz en horario de día y mantener la oscuridad en horas nocturnas. Respecto al tratamiento farmacológico nuestro veterinario valorará su conveniencia, pudiendo estar indicados medicamentos que aumentan el riego cerebral, así como "nutracéuticos", que son complementos nutricionales funcionales, tales como ciertas vitaminas, ácidos grasos omega 3, aminoácidos y antioxidantes. En el caso de que se presente un cuadro importante de ansiedad, contamos con eficaces y seguros ansiolíticos.
Finalmente insistir en que la disfunción cognitiva es un proceso mucho más frecuente de lo que pensamos, especialmente en animales de edad avanzada que, aunque no tenga cura sí es posible ayudar mucho a nuestro perro con tratamientos eficaces, y que, de no hacerlo así, se resentirá su calidad de vida pues es un proceso que sin lugar a dudas afecta al bienestar animal.
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